Historia de la orden

La Orden de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo tiene sus orígenes en la ladera del Monte Carmelo, en Tierra Santa, donde en el siglo XII un pequeño grupo de cruzados, cambiando las armas por la vida eremítica, se establecieron en aquel santo lugar con el deseo de imitar al gran Profeta Elías que proclamó: “Ardo en celo por la gloria del Señor, Dios de los ejércitos, en cuya presencia vivo”.

Siguiendo este espíritu, hacia el año 2010 los ermitaños pidieron al Patriarca de Jerusalén, San Alberto, una regla de vida que les permitiera vivir en soledad, silencio y oración, en obsequio de Jesucristo, para honra de la Bienaventurada Virgen María, Reina y Señora de esa Santa Montaña. El Patriarca entregó al Prior, San Brocardo, la Regla ratificando el modo de vida que habían elegido. Así pues, ya desde el principio la Orden se constituyó como toda de María.

En 1515, Doña Teresa de Ahumada entra en el Monasterio de la Encarnación de Avila, donde vivió hasta 1562, año en que tiene lugar la fundación del primer Monasterio Descalzo, San José de Avila el día 24 de agosto, fiesta de San Bartolomé. Santa Teresa, profundizando en la primitiva inspiración de su Orden, en el espíritu de nuestros primeros padres (“Acordémonos de nuestros santos padres pasados, ermitaños del Monte Carmelo, cuya vida pretendemos imitar”), inspirada por nuestro Señor, que se lo pedía, no cejó hasta ver realizada la fundación de su Monasterio en el que se siguiese esa Regla primitiva que había sido mitigada a lo largo de los siglos.

En 1567, yendo a la fundación de Medina del Campo, su segundo Monasterio reformado, conoce a Fray Juan de Santo Matía, futuro San Juan de la Cruz. El y el Padre Antonio de Heredia, Prior de los Carmelitas de Medina, darán comienzo el 28 de noviembre de 1568 al primer Monasterio de Frailes Descalzos en el lugarcillo de Duruelo, en máxima pobreza y gran espíritu de oración. Al pasar por allí la Santa camino de la fundación de Toledo, quedó espantada de ver el espíritu que el Señor había puesto allí, llegando a decir que parecía un Portalico de Belén.

Las fundaciones de monjas y frailes se fueron sucediendo y en 1580 la Santa consiguió de Gregorio XII un Breve (Pia Consideratione) en el que se erigía la Provincia del Carmelo Descalzo con la facultad de hacer Constituciones propias. En el Capítulo Provincial de 1581 celebrado en Alcalá de Henares se aprobaron las Constituciones que Santa Teresa había escrito para sus monjas, con gran gozo para ella.

Dos años más tarde, en 1582, Santa Teresa moría en Alba de Tormes, no sin antes recomendar a sus hijas la guarda de la Regla y las Constituciones, por las que tanto había sufrido y trabajado, y cuya observancia, a su parecer, bastaba para canonizarlas.

Desde entonces los Palomarcicos teresianos se han ido extendiendo por toda España y por todo el mundo, como una chispa que prende e incendia todo el orbe en amor de Dios.

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